La tristeza ante la pérdida de una persona importante y
significativa en la vida es una reacción normal y hay que aceptarla. Decimos
entonces que estamos pasando un duelo. Para aceptar la pérdida es preciso
realizar una serie de procesos, que muchas veces hacemos de forma automática,
pero otras veces nos cuesta o no lo hacemos, dando lugar a un duelo complicado
e incluso patológico.
J.W. Worden ha propuesto unas tareas, lo que implica que la
persona puede hacer algo para manejar su dolor, aunque requieren de cierto
esfuerzo. Es importante aclarar que estas tareas no harán que el duelo pase
antes o que duela menos, ya que el control del dolor es algo que no podemos
controlar. Estas tareas ayudarán a la persona a abrirse a las emociones que
experimentan para ir poco a poco asumiendo la pérdida, recolocándola en su
vida.
Tarea I: aceptar la realidad de la pérdida
Esta tarea consiste en afrontar el hecho de que la persona
ya no está. Para esto la persona que sufre duelo tiene que ser consciente de
que se tiene una muerte o pérdida y reconocer y vivir las emociones que han
generado la pérdida.
Tarea II: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida.
Es necesario que la persona sea consciente de qué emociones
se están experimentando y permitirse sentirlas.
Durante el duelo, la persona experimentará tanto emociones
negativas como positivas, sin responder a ninguna lógica ni orden establecido.
Lo importante es aceptar en todo momento los sentimientos, nos parezcan lógicos
o no, demasiado dolorosos o demasiado poco
Tarea III: adaptarse a un medio en el que la persona está
ausente
Worden habla de tres áreas de adaptación que se deben
abordar tras la pérdida:
Adaptaciones externas: cómo influye la pérdida en el día a
día de la persona, es decir, qué roles desempeñaba.
Adaptaciones internas: cómo influye la pérdida en la imagen
que la persona tiene de sí misma, fundamentalmente en la definición que hacen
de sí mismas y en su sensación de eficacia personal.
Adaptaciones espirituales: cómo influye la pérdida en las creencias,
valores y los supuestos sobre el mundo que tiene la persona.
Tarea IV: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar
viviendo.
Esta última tarea consiste en encontrar un lugar para la
persona que se ha ido que le permita a la persona estar vinculada con ella,
pero de forma que no le impida continuar con su vida. No consiste en renunciar
al fallecido, sino en encontrar un lugar adecuado para él en su vida emocional.
Al principio del proceso de duelo es normal que ocurra esto,
pero mantenido en el tiempo puede desembocar en un duelo patológico, complicado
o no resuelto.
Duelo crónico: Pasa un año y la persona siente que nunca
acaba. No termina de amoldarse a su nueva vida y sigue sin aceptar el dolor, la
angustia o la ansiedad que siente al recordar la pérdida.
Duelo retrasado o pospuesto: Tras la pérdida la persona
experimenta ciertas emociones, pero no todas las que existían, o con su
verdadera intensidad y, pasado un tiempo, vuelve a experimentar una fuerte
carga emocional ante algún acontecimiento que reabre la herida.
Duelo exagerado: la persona se siente desbordada de dolor y
trata de evadirse mediante ciertas conductas de evitación, como consumo
excesivo de alcohol o drogas, en última instancia, a desarrollar algún
trastorno psicopatológico, como problemas de ansiedad o depresión.
Duelo enmascarado: la persona presenta problemas físicos o
realiza conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta de que
éstas tienen que ver con la pérdida no superada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario