Histeria es una palabra que deriva de un término griego que significa matriz. Esta es la razón por la que en la antigüedad se asociaba la enfermedad con el útero de la mujer, sin observar que los fenómenos histéricos se podían dar también en hombres. Lo que sí es cierto es que hoy en día sigue siendo más frecuente en el sexo femenino.
En la actualidad la medicina suele cambiar el término de enfermedad nerviosa, pues se dice que se trata más bien de un estado pasajero de excitación nerviosa. Está considerado entonces como un trastorno psicológico que se enmarca dentro del campo de la neurosis.
Señor dame paciencia... ¡porque si me das fuerza le doy una hostia que lo mato! |
¿Por qué? Pues porque se conoce como neurosis a un grupo de enfermedades que presentan trastornos nerviosos y alteraciones emocionales sin que haya lesión física del sistema nervioso de forma aparente, como ocurre en caso de la histeria. Un ejemplo sería una parálisis sin lesión de los nervios. Todo esto puede venir acompañado de hipocondría, somatización, amnesia disociativa y despersonalización.
En cuanto a los síntomas, encontramos que son el intento de defensa ante una situación que no sabemos cómo resolver. Encontramos sobre todo síntomas exagerados que semejan otras enfermedades, algo que puede dar lugar a confusión.
En primer lugar, el gran ataque histérico se asocia a una multitud de movimientos durante los que el paciente grita, se revuelca en el suelo, araña su ropa o golpea de modo incoherente a los que intentan sujetarle, entre otros. La diferencia que determina que esto no sea debido a otra enfermedad es que en este caso, la crisis surge tras un disgusto delante de personas importantes para el afectado.
Otro de los movimientos característicos son los espasmos musculares, que apoyándonos en el diagnostico diferencial veremos que no se corresponden con los de otras patologías. También podemos encontrar reacciones de inmovilización corporal, ya sean parálisis de todo el cuerpo, de medio cuerpo o de una extremidad de manera repentina.
No sería de extrañar tampoco padecer lo que se llama anestesia histérica. En este caso, la persona no siente ninguna sensación, es decir, no siente dolor, calor, etc. en todo el cuerpo o en una parte del mismo. Esto puede derivar en ceguera o sordera de manera arbitraria.
Finalmente, podemos encontrarnos con dolor abdominal, dolor de espalda, dolor torácico, diarrea, problemas para tragar, mareos, pérdida de deseo sexual, dificultad para respirar, debilidad muscular, náuseas y vómitos.
Todos estos síntomas suelen extenderse a lo largo de un tiempo e interferir en los aspectos de la vida. Así, como vemos, el histérico no está enfermo pero de modo inconsciente quiere estarlo, hasta que lo consigue, transformando un conflicto emocional en síntomas somáticos o psíquicos.
En cuanto al tratamiento, remarcaremos que una de las mejores opciones es el psicoanálisis, puesto que reestructura el carácter y enseña nuevos modos de reacción. Lo que hay que tener en cuenta es que el individuo a pesar de mejorar sigue siendo histérico y puede recaer, por tanto necesitará una completa reeducación del carácter.
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